Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS



Comentario

CAPÍTULO XXVI


Del modo de pelear de los mexicanos, y de las órdenes militares que tenían



El principal punto de honra ponían los mexicanos en la guerra, y así los nobles eran los principales soldados, y otros que no lo eran, por la gloria de la milicia subían a dignidades y cargos, y ser contados entre nobles. Daban notables premios a los que lo habían hecho valerosamente; gozaban de preeminencias, que ninguno otro las podía tener. Con esto se animaban bravamente. Sus armas eran unas navajas agudas, de pedernales, puestas de una parte y de otra de un bastón, y era esta arma tan furiosa, que afirman que de un golpe echaban con ella la cabeza de un caballo, abajo, cortando toda la cerviz. Usaban porras pesadas y recias, lanzas también a modo de picas, y otras arrojadizas, en que eran muy diestros; con piedras hacían gran parte de su negocio. Para defenderse, usaban rodelas pequeñas y escudos, algunas como celadas o morriones, y grandísima plumería en rodelas y morriones, y vestíanse de pieles de tigres, o leones u otros animales fieros; venían presto a manos con el enemigo, y eran ejercitados mucho a correr y luchar, porque su modo principal de vencer no era tanto matando, como cautivando, y de los cautivos, como está dicho, se servían para sus sacrificios. Motezuma puso en más punto la caballería, instituyendo ciertas órdenes militares, como de comendadores, con diversas insignias. Los más preeminentes de éstos eran los que tenían atada la corona del cabello con una cinta colorada, y un plumaje rico, del cual colgaban unos ramales hacia las espaldas, con unas borlas de lo mismo al cabo; estas borlas eran tantas en número, cuantas hazañas había hecho. De esta orden de caballeros era el mismo rey también, y así se halla pintado con este género de plumajes, y en Chapultepec, donde están Motezuma y su hijo, esculpidos en unas peñas, que son de ver, está con el dicho traje de grandísima plumajería. Había otra orden, que decían los Águilas; otra que llamaban los Leones y Tigres. De ordinario eran éstos los esforzados, que se señalaban en las guerras, los cuales salían siempre en ellas con sus insignias. Había otros como caballeros Pardos, que no eran de tanta cuenta como éstos, los cuales tenían unas coletas cortadas por encima de la oreja, en redondo; éstos salían a la guerra con las insignias que esos otros caballeros, pero armados solamente de la cinta arriba; los más ilustres se armaban enteramente. Todos los susodichos podían traer oro y plata, y vestirse de algodón rico, y tener vasos dorados y pintados, y andar calzados. Los plebeyos no podían usar vaso sino de barro, ni podían calzarse ni vestir sino nequén, que es ropa basta. Cada un género de los cuatro dichos, tenía en palacio sus aposentos proprios, con sus títulos: al primero llamaban aposento de los Príncipes; al segundo, de los Águilas; al tercero, de Leones y Tigres; al cuarto, de los Pardos, etc. La demás gente común estaba abajo, en sus aposentos más comunes, y si alguno se alojaba fuera de su lugar, tenía pena de muerte.